ESCULTURA BARROCA EN FRANCIA
La escultura francesa del XVII, al igual que la arquitectura, tuvo carácter oficial y cortesano, prevaleció la exaltación del soberano y las principales personalidades de la Francia del Barroco. La obra religiosa pasó a un segundo plano y fue sustituida por retratos, estatuas o monumentos funerarios. Además, la arquitectura palaciega demandó de la escultura numerosos encargos para la decoración interior y de los parques y jardines que rodeaban los principales edificios.
La ortodoxia clasicista promovida desde la Academia tuvo en François Girardon su más directo exponente; sin embargo, a finales de siglo el gusto declinó hacia el espíritu más barroco de Pierre Puget. Sobresalen las siguientes obras:
Apolo atendido por las ninfas, de François Girardon: los jardines de Versalles sirvieron de escenario perfecto para el programa alegórico de la fábula de Apolo; la secuencia que se iniciaba con el nacimiento del dios en el estanque de Latona culminaba en la Gruta de Tetis con el auxilio de las ninfas; sofisticada composición en forma abierta y bajo un concepto paisajístico próximo al helenismo, lo que resulta evidente en el ademán del Apolo sedente.
Retrato de Luis XIV, de Antoine Coysevox: original y naturalista retrato de honda captación realista, pudiéndose comparar con los antiguos retratos romanos; destaca la libertad de movimientos y la aparente improvisación de la composición.
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